Reto alimentario

 

 

Fuente: Noticias

La población del mundo va a aumentar de 6,700 a 9,200 millones de personas entre este 2010y el 2050. Si queremos alimentar a toda esta gente, y además satisfacer las crecientes exigencias alimentarias por persona que surgen de una disminución de la pobreza, como la que se ha visto en China en las últimas décadas, habrá que duplicar la producción de alimentos en los próximos 40 años.

 

Esto no es posible con las actuales técnicas. De hecho, no hay suficiente tierra arable en el mundo para duplicar la producción agrícola con los métodos tradicionales. Multiplicar por dos la tierra de cultivo obligaría a destruir bosques y selvas tropicales a un ritmo que generaría un verdadero desastre ecológico. La única solución real es utilizar la tecnología para incrementar la producción por hectárea.

 

 

El doctor Clive James, fundador y presidente de ISAAA, una organización dedicada a la agrobiotecnología, discípulo del doctor Norman Borlaug que desde México lanzó la revolución verde que multiplicó la producción de alimentos en el mundo y salvó de morir de hambre a mil millones de personas en las décadas de 1960 y 1970, detalla en una visita a México las razones que obligan a impulsar el desarrollo tecnológico.

 

En 14 años desde su introducción los productos genéticamente modificados han llegado a ser plantados en 134 millones de hectáreas en 25 países y consumidos por miles de millones de personas. En todo ese tiempo no han generado problemas ambientales o de salud. En contraste hace meses hubo un caso de intoxicación masiva en California que dejó varios muertos y decenas de heridos… por consumo de espinaca orgánica.

 

Los productos modificados genéticamente mejoran la eficiencia de los cultivos y reducen el uso de pesticidas al permitir que las plantas enfrenten a sus enemigos de manera natural. Esto

 

hace que sean menos dañinos para el ambiente y la salud. Estamos, por otra parte, a dos años del inicio de la producción de un maíz tolerante a la sequía que puede ser muy importante para México y las naciones de África.

 

El cultivo de productos genéticamente modificados ha sido la tecnología agrícola que con mayor rapidez se ha extendido por el mundo en la historia. Esta expansión se ha registrado a pesar de las prohibiciones en algunos países de Europa y es producto de que los agricultores del planeta, muchos de ellos pobres, han encontrado en esta técnica una ventaja competitiva.

 

 

En México se ha producido y consumido soya transgénica desde hace años, pero las organizaciones fundamentalistas se han opuesto en especial al maíz genéticamente modificado. Por el momento las autoridades nacionales han permitido el cultivo experimental, pero urge ya su introducción comercial.

 

Al mismo tiempo, países como China y la India están promoviendo ambiciosos programas de desarrollo de productos transgénicos. Los países europeos son suficientemente prósperos como para rechazarlos por un simple prejuicio; pero para China y la India, que enfrentan el reto de alimentar a poblaciones pobres y crecientes, no hay más opción que recurrir a las soluciones que realmente funcionan.

 

México se encuentra a medio camino. No hemos rechazado completamente el cultivo y consumo de transgénicos, pero las restricciones a la producción de maíz afectan el cultivo que podría ser más beneficioso para el país. Quizá deberíamos prestar más atención a la ciencia y menos a los grupos políticos que, como los luditas británicos del siglo XIX, viven de oponerse a los avances tecnológicos.

 

La población del mundo va a aumentar de 6,700 a 9,200 millones de personas entre este 2010
y el 2050. Si queremos alimentar a toda esta gente, y además satisfacer las crecientes
exigencias alimentarias por persona que surgen de una disminución de la pobreza, como la
que se ha visto en China en las últimas décadas, habrá que duplicar la producción de alimentos
en los próximos 40 años.
Esto no es posible con las actuales técnicas. De hecho, no hay suficiente tierra arable en el
mundo para duplicar la producción agrícola con los métodos tradicionales. Multiplicar por dos la
tierra de cultivo obligaría a destruir bosques y selvas tropicales a un ritmo que generaría un
verdadero desastre ecológico. La única solución real es utilizar la tecnología para incrementar
la producción por hectárea.

El doctor Clive James, fundador y presidente de ISAAA, una organización dedicada a la
agrobiotecnología, discípulo del doctor Norman Borlaug que desde México lanzó la revolución
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Escrito por Administrator
Martes, 27 de Julio de 2010 12:14 –
verde que multiplicó la producción de alimentos en el mundo y salvó de morir de hambre a mil
millones de personas en las décadas de 1960 y 1970, detalla en una visita a México las
razones que obligan a impulsar el desarrollo tecnológico.
En 14 años desde su introducción los productos genéticamente modificados han llegado a ser
plantados en 134 millones de hectáreas en 25 países y consumidos por miles de millones de
personas. En todo ese tiempo no han generado problemas ambientales o de salud. En
contraste hace meses hubo un caso de intoxicación masiva en California que dejó varios
muertos y decenas de heridos… por consumo de espinaca orgánica.
Los productos modificados genéticamente mejoran la eficiencia de los cultivos y reducen el uso
de pesticidas al permitir que las plantas enfrenten a sus enemigos de manera natural. Esto
hace que sean menos dañinos para el ambiente y la salud. Estamos, por otra parte, a dos años
del inicio de la producción de un maíz tolerante a la sequía que puede ser muy importante para
México y las naciones de África.
El cultivo de productos genéticamente modificados ha sido la tecnología agrícola que con
mayor rapidez se ha extendido por el mundo en la historia. Esta expansión se ha registrado a
pesar de las prohibiciones en algunos países de Europa y es producto de que los agricultores
del planeta, muchos de ellos pobres, han encontrado en esta técnica una ventaja competitiva.
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Escrito por Administrator
Martes, 27 de Julio de 2010 12:14 –
En México se ha producido y consumido soya transgénica desde hace años, pero las
organizaciones fundamentalistas se han opuesto en especial al maíz genéticamente
modificado. Por el momento las autoridades nacionales han permitido el cultivo experimental,
pero urge ya su introducción comercial.
Al mismo tiempo, países como China y la India están promoviendo ambiciosos programas de
desarrollo de productos transgénicos. Los países europeos son suficientemente prósperos
como para rechazarlos por un simple prejuicio; pero para China y la India, que enfrentan el reto
de alimentar a poblaciones pobres y crecientes, no hay más opción que recurrir a las
soluciones que realmente funcionan.
México se encuentra a medio camino. No hemos rechazado completamente el cultivo y
consumo de transgénicos, pero las restricciones a la producción de maíz afectan el cultivo que
podría ser más beneficioso para el país. Quizá deberíamos prestar más atención a la ciencia y
menos a los grupos políticos que, como los luditas británicos del siglo XIX, viven de oponerse a
los avances tecnológicos.

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